Ya es un hecho constatado que los adolescentes, los futuros compradores, tienen mucho más interés en la última manzana con cámara que en el auto de papá; los coches ya no apasionan. Lo más triste de todo es que confieso que yo mismo, enamorado de este artilugio desde que tengo uso de razón, ni siento ni padezco al acercarme a un último modelo.
Hace pocas horas que he terminado de ver las últimas novedades presentadas en el Salón del Automóvil de París. He podido contemplar supuestos coches revolucionarios como el VW ID, el BMW X2, los concepts que anticipan cómo serán los modelos del futuro, automóviles diseñados para atraer la atención y servir de ensayo para ver cómo reacciona el público ante sus ideas más audaces y emocionar… lo que me he encontrado son líneas más inexpresivas que las actuaciones de Nicolas Cage.
Es más, los coches y concepts más llamativos que uno podía ver en la feria estaban claramente inspirados en modelos clásicos, como el Mercedes Vision Maybach, una mala copia del impresionante Mercedes 540K Autobahn Kourier de 1936. Sí, el que pude ver en parís tenía unas preciosas luces LED que no se habían inventado hace 80 años, pero en cuanto a estilo, proporciones y carácter, el anciano arrasa, por no hablar de que el clásico se fabricó y fue un coche formidable mientras que el Vision es un mero artificio incapaz de permitirnos viajar en él.
Los gustos cambian, es una máxima indiscutible. A nadie se le ocurre salir ahora a la calle con un bombín en la cabeza, pero en el caso del automóvil se suman más factores.
No voy a caer en el tópico de que si los coches tenían alma ni cosas semejantes, dudo incluso que las personas la tengan, así que menos todavía una máquina. Lo que sí es cierto es que un clásico emociona.
Muchas veces me he preguntado qué le parecería a un hombre de 1936 que viese aparcados juntos un Mercedes 540K y el Mercedes Vision Maybach. Si le gustarían las líneas y la impresionante iluminación de sus faros LED o aborrecería los plásticos en lugar del acero cromado, la imitación de fibra de carbono en lugar del nácar natural…
No sé… sigo pensando que no se ha edificado ningún rascacielos más elegante que el edificio Chrysler, que por muy locos que se vuelvan Norman Foster o Calatrava haciendo estructuras, jamás llegarán a poner los pelos de punta al típico humano que entra en una catedral gótica y se pregunta cómo demonios pudieron hacer unos techos tan altos y unos arcos tan perfectos como para soportarlos, sin grúas ni hormigoneras ni calculadoras…
Cuando salgo de paseo con el SM– y antes con el Karmann– me gusta ver las reacciones de los niños. Mucho más espontáneos y sinceros que los mayores, se acercan al coche, alucinan, preguntan qué coche es… les fascinan. Buena muestra de ello es el cochecito que encabeza este artículo. Estaba en el stand de Peugeot del Salón de París 2016, en la boutique con objetos de la marca. ¿Por qué han elegido este modelo clásico para enamorar a un crío y a sus padres y no el Peugeot 5008 que debutaba en esta feria?
Ni siquiera Maserati ofrecía miniaturas de sus modelos actuales en la boutique de su stand, en la que sí estaban coches de carreras de época y también berlinas y coupés hasta los años setenta.
En las concentraciones de clásicos siempre se arremolina la gente alrededor de ellos, comentan… y no lo hacen sólo aquellos con el perfil típico de apasionado por los coches. Mi pareja es la típica persona que ve el automóvil como una máquina que está para prestar un servicio, no se emociona lo más mínimo con ningún coche, pero sí comenta que le parecen increíbles los detalles que tienen los coches clásicos, cómo combinaban materiales, colores, líneas…
En mi etapa de adolescente se podía dividir a los chavales en 4 grupos: los que tenían un póster del Lamborghini Countach en la habitación, los que lo tenían del Ferrari 288 GTO, los que lo tenían de Sabrina y los que lo tenían de Samantha Fox. Como no soy el obispo de Brujas hace mucho que no me cuelo en la habitación de un menor de edad, pero sospecho que muy pocos decoran sus paredes o las carpetas del insti con fotos del La Ferrari, el Aventador o la petarda de Miley Cyrus.
Los niños ya no juegan con coches de pedales y la mayoría de los que se ponen tras un volante en la videoconsola peinan casi tantas canas como yo.
Es cierto que el coche ya no es una máquina popular, es la principal diana de las flechas de ecologistas, Volkswagen ha pasado de sus simpáticos escarabajos y furgos hippies a ser acusados de gasear a millones de seres vivos, los rallys y las carreras sólo son portada cuando fallece alguien por accidente… todo esto influye, no cabe duda, pero el automóvil en sí también ha evolucionado hacia algo mucho más monótono, inexpresivo.
En un futuro no muy lejano la mayoría de la gente no querrá tener su propio coche, lo compartirá con otros. El automóvil dejará de ser un objeto deseable y se convertirá exclusivamente en un medio de transporte eficiente, del mismo modo que uno puede dormir más a gusto en una cama de Ikea que en un dormitorio Art Deco. Lo comprendo y es lógico, pero creo que el ser humano necesita excitarse, de lo contrario nos convertiremos en máquinas fabricadas en serie.
Nuestro entorno nos influye. Si tu paseas por una calle con las esquinas llenas de papeles, porquería y oliendo a meos acabas tirando el envoltorio del bocadillo al suelo sin el menor reparo, meando en un portal y convirtiéndote en un auténtico cerdo, pero con unos jamones mucho más insípidos. Sin embargo, hasta el más asilvestrado acaba sintiendo vergüenza si tira un papel en un lugar resplandeciente.
Dicen que el ordenador ha matado el diseño. Yo no lo creo así. Es cierto que cuanto más acotes algo hay menos margen de maniobra. Hoy en día el diseño de un coche debe cumplir tantos requisitos que apenas hay dos o tres formas posibles. Debe ser aerodinámico, poco agresivo con los peatones, dejar espacio para las zonas de deformación programada, ligero pero rígido, fácil de fabricar en serie… las condiciones son tantas que las alternativas no existen.
Si uno ve un motor de vapor de finales del siglo XIX puede ver que las piezas están decoradas. No basta con que la biela soporte los esfuerzos, también se creó para ser bella, los puntales imitan columnas jónicas… hoy en día los motores son tan horribles que les ponen una tapa de plástico.
Si por fuera son insulsos y poco emocionantes, por dentro y a sus mandos ya ni te cuento. En las presentaciones de los últimos modelos a las que asisto como periodista de motor, las ruedas de prensa suelen tener una duración de algo menos de una hora. Hay un refrán que dice “dime de qué presumes y te diré de qué careces“. Los dossieres están plagados de palabras como emoción, diseño, sensaciones, tradición, ecología… pero en realidad lo que más interesa es su sistema multimedia. Si la pantalla tiene más de 7 pulgadas, muchos colorines y puedes manejar el teléfono móvil desde ella, ya mola. A veces tengo la sensación de que en realidad, lo que me están presentando es un smartphone con ruedas, maletero y 5 plazas y, en el fondo, es lo que quiere la gente.
¿Por qué todo este ladrillo? Pues porque tras haber asistido a la Techno Classica de Essen 2016 todo lo que veo y he visto en París, Frankfurt… me parece insulso. Ni el La Ferrari Spider presentado en París 2016, ni el Tesla Model X, ni el Toyota Mirai, ni las series especiales de DS, ni los concepts de Mercedes, ni nada de lo que he visto en Frankfurt ni otros salones… nada me ha hecho decir ¡qué pasada de coche!. Sin embargo, todavía se me ponen los pelos de punta recordando los Alfa Romeo 6C, los Miura, los Hispano Suiza, los Bentley Barnato… una pena que no tengan manos libres.
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Lluís Frigola
Rubén Fidalgo
Miguel Ángel
Rubén Fidalgo
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