Esta vez no quiero hablar de coches, si no de humanos y es que creo justo recordar a uno de los pilotos más grandes que ha tenido el automovilismo y que ayer (17 de septiembre de 2014) cumplió la friolera de 85 añazos, felicidades Stirling Moss.
Un día escuché a alguien decir una frase que se me ha quedado grabada a fuego en la memoria: “el segundo es el primero de los perdedores“. Sin duda, esta dura realidad otorga al bueno de Moss el título de Campeón del mundo de los perdedores, con el dudoso honor de ser el piloto con más victorias en grandes premios sin haber logrado jamás un campeonato, algo verdaderamente injusto, sobre todo si a lo largo de toda su carrera deportiva ha demostrado ser un verdadero hombre de honor… al menos en la pista, porque fuera de ella tenía fama de ser bastante mujeriego y formar parte de ese particular grupo de canallas cuyo máximo exponente fue James Hunt.
Este admirable personaje estuvo en activo en competición entre 1951 y 1961, pero lejos de retirarse del mundillo, es uno de los asiduos en los más importantes “saraos” y “Revivals” año tras año, incluido el Festival de velocidad de Goodwood (y eso que no tiene buenos recuerdos de ese circuito, como veremos más adelante) que tuvo lugar hace unos meses, donde este “anciano” se permite el lujo de sentarse a los mandos de máquinas capaces de hacer mucho daño a cualquier jovenzuelo que no conoce lo que es un volante sin dirección asistida o frenos sin ABS.
Sin lugar a dudas Stirling Moss era un piloto muy rápido y técnico, de otra manera no habría logrado ser subcampeón del mundo en 4 ocasiones y tercero en otras 3, pero su verdadera especialidad eran las carreras de resistencia como la mítica Targa-Florio, la Mille Miglia, los 1.000 km de Nürburgring o las 12 horas de Sebring.
Por qué un piloto tan grande como Moss no consiguió jamás un campeonato
Sin duda esta es la gran pregunta que uno se hace al conocer la trayectoria de este as del volante y la respuesta no es del todo fácil. Por un lado el bueno de Moss tuvo la desgracia de coincidir en el mismo lugar y en el mismo momento con uno de esos extraterrestres que a veces aterrizan en nuestro planeta: Juan Manuel Fangio.
Supongo que no debe de haber nada más frustrante para un deportista de élite que ser derrotado por un verdadero superdotado de la naturaleza. Yo no viví los años dorados de Fangio y Moss, pero sí recuerdo las lágrimas de Crivillé incapaz de seguir la estela de un monstruo como Doohan o a Pantani e Indurain, etc…
Tampoco tuvo mucha suerte a la hora de elegir equipo con el que correr. Siempre prefirió prestar su destreza al volante para las marcas británicas, un absurdo sentimiento de patria que en ocasiones le impidió bailar con la más guapa, al menos en los circuitos: “Mejor perder honorablemente en un coche británico que ganar en uno extranjero“.
Por desgracia para este homenaje no puedo utilizar imágenes del bueno de Moss en un Vanwall, un Cooper, un BRM o un Lotus, pues la mayoría del material fotográfico con permisos para publicaciones es de Mercedes-Benz.
De lo que no cabe duda es de que Moss fue un virtuoso a los mandos de un bólido y un verdadero deportista en el sentido más estricto del término. Jamás tuvo un mal gesto con ningún corredor ni fue un marrullero en los circuitos. Supongo que el bueno de Stirling sabía que cualquier pique absurdo en aquellos años era bastante probable que se pagase con la vida, algo que él sintió en sus propias carnes tras el accidente sufrido en el Trofeo de Goodwood de 1962 en el que sufrió un accidente bajo la lluvia a los mandos de uno de sus queridos Lotus. Afortunadamente Moss sobrevivió al tremendo golpe, pero supuso el fin definitivo a su carrera como piloto debido a las secuelas del accidente. Moss pasó un mes en coma y su cara quedaría marcada para el resto de sus días por el tremendo impacto contra el volante de metálico del Lotus.
Como muestra de su manera de ser, cuando le preguntan sobre aquel accidente dice que lo último que recuerda antes de despertar en el hospital es el haber pasado la noche con una hermosa dama.
El Mercedes 722 de las Mille Miglia de 1955
Pese a que Stirling Moss y Juan Manuel Fangio siempre fueron buenos compañeros de equipo y sintieron un gran aprecio mutuo, es una gran verdad que tu principal rival es siempre el que tienes en casa, con tus mismas armas.
En la temporada de 1955 ambos genios trabajan para Mercedes-Benz y la marca los inscribe en una de las pruebas de resistencia más míticas del automovilismo, las Mille Miglia, una carrera por carreteras comarcales abiertas al tráfico a lo largo de las 1.000 millas que separan Brescia de Roma ida y vuelta.
Por alguna extraña razón Fangio siempre reconoció que no se sentía cómodo pilotando los coches aerodinámicos, prefería los Fórmula 1 en los que podía ver las ruedas desde el puesto de mando. Esto suponía una ventaja para Moss, que solía sacar delantera al argentino en las pruebas en las que la marca inscribía a sus modelos con las ruedas carenadas como era el caso de las Mille Miglia. Todo el mundo sabía que este hecho favorecía al británico, pero nadie se esperaba lo que iba a suceder en esta ocasión.
Las 1.000 Miglia tienen un formato tipo rally en el que los corredores toman la salida a una hora concreta con un minuto de diferencia entre ellos y gana el que menos tiempo necesite para cubrir el recorrido.
Fangio toma la salida con el Mercedes SLR con del dorsal 658, mientras que Moss lo hace en un modelo idéntico con el número 722 tatuado en sus puertas. No os asustéis, no había tantos coches en la carrera, lo que sucede es que los dorsales se daban con el número correspondiente a la hora a la que cada equipo tomaba la salida.
Creo conveniente aclarar que pese a que Stirling Moss tiene cierto parentesco con un sueco muy famoso (su hermana Pat Moss fue la esposa- falleció en 2008- de Erick Carlsson, quien ganó el Rally Montecarlo con Saab en 1962 y 1963), Jenkinson era tan inglés como Sir Stirling Moss.
A las 7h22m toman la salida de Brescia los dos británicos sobre el SLR 722 y no hacen más que adelantar a cada uno de los equipos que han salido en los minutos anteriores, incluido a Fangio, que no da crédito al ver pasar como una exhalación a su compañero de equipo que ha salido 24 minutos más tarde que él de la villa italiana.
La gesta que están llevando a cabo Jenkinson y Moss es tremenda y el rumor corre como la pólvora, los espectadores se hacinan en las cunetas para ver pasar a los corredores que están aplastando el récord de la prueba.
Las Mille Miglia siempre han tenido una gran afluencia de público, de hecho es uno de los motivos de su éxito año tras año, pero en esta ocasión la expectación es absolutamente abrumadora. Nadie sospecha en 1955 que el éxito de aforo de expectadores será también la clave para que se prohíba dos años más tarde, cuando el español Marqués de Portago se sale de la carretera con su Ferrari matándose él, su copiloto y 10 espectadores a un tiro de piedra de la meta…y en primera posición.
Aquí no hay relevos entre pilotos ni nada parecido. Te sientas a las siete y veintidós de la mañana en tu carlinga y no te apeas hasta volver a ver la torre del campanario de Brescia, algo que para Stirling Moss y Denis Jenkinson sucede 10 horas, 7 minutos y 48 segundos después de haber tomado la salida y con una ventaja sobre el segundo en llegar (nada menos que Fangio) de 32 minutos. Impresionante, utilizando la calculadora significa que el Mercedes SLR cubrió los 1.597 km a una velocidad media de 160 km/h por unas carreteras como las que puedes ver en el vídeo, atravesando pueblos y con las paradas necesarias para cambiar neumáticos y repostar…
Vídeo Mille Miglia 1955
Puede que fuera de las carreras Sir Moss no tenga muchos amigos, especialmente entre maridos y féminas, pero faldas aparte, este señor es toda una leyenda viviente y se merece mucho más reconocimiento que la medalla de oro otorgada por la FIA en 2006 con el mal gusto de afirmar que ha sido el mejor segundón de la historia.
Espero que tengas muchos más años por delante para seguir dándonos envidia a los mandos de verdaderas maravillas sobre ruedas en futuros Goodwood y Revivals.
Para rematar, os dejo un vídeo en el que podéis ver cómo eran los navegadores de la época: un papel enrollado en dos tambores y que el copiloto (en este caso Jenkinson) tenía que ir leyendo a toda velocidad para no perderse a lo largo de mil millas.
Vídeo road-book Mille Miglia 1955 con Stirling Moss
Galería fotográfica
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