Existe una leyenda urbana que hace referencia a la carrera espacial que en los años 60 tenían los EE.UU y la extinta URSS. He de aclarar que el mito es falso. La verdadera historia es que tanto los rusos como los americanos utilizan para escribir el llamado «Space Pen«, que es un bolígrafo especial inventado patentado por Paul C. Fisher. Este bolígrafo puede escribir en condiciones de gravedad cero, vacío absoluto etc… y existe desde 1965. Pero no me interesa la historia real, sino la moraleja del mito.
La leyenda cuenta que uno de los motivos para que los rusos sacasen ventaja y se llevasen el gato al agua en la carrera espacial fue su mentalidad pragmática.
Uno de los problemas que se les planteaba a los astronautas era cómo tomar notas en el espacio. Sin gravedad y sin presión, ¿cómo hacer salir la tinta del rotulador o el bolígrafo?. Supuestamente, la NASA invirtió horas de estudio en conseguirlo. Tiempo y recursos que no pudieron emplear en solucionar otros problemas. Los rusos por su parte, decidieron mandar a los astronautas con un lápiz. Problema solucionado.
Parece ser que el motivo real principal de la victoria soviética fue utilizar el sistema métrico decimal. Al basarse en múltiplos de 10, las operaciones numéricas eran mucho más sencillas que los quebrados y peculiares medidas USA, donde la relación entre millas y pulgadas no es tan directa. En aquellos años los ordenadores no eran muy potentes y esa complicación en los cálculos los retrasó.
Toda esta historia de «abuelo cebolleta«, ¿Para qué? Pues porque creo que estamos en tiempo de lápices y no de bolígrafos.
Hace unas semanas tuve como coche de pruebas un modelo utilitario coreano. Cero sofisticación, pero el angelito funcionaba perfectamente, gastaba poco, era amplio y muy fácil de manejar. Ese coche coreano es un auténtico «lápiz».Recientemente he disfrutado de un modelo europeo del mismo segmento. Un coche que personalmente siempre me ha gustado generación tras generación. Estilo en estado puro.
Para conseguir las mismas prestaciones que el coreano recurre a una mecánica que, como técnico apasionado «me pone burro». Lo último en tecnología. Por dentro y por fuera es precioso.
Aunque se trata de un modelo utilitario, me puedo imaginar a Monica Belluci bajándose de él en la Place Vendome de París para comprar mi alianza en una joyería de lujo.
Sin embargo, toda su complicación técnica y sesudos estudios europeos no consiguen igualar los reducidos consumos del coreano, ni su amplitud, ni su facilidad de conducción ni su confort de marcha…
Luego pienso en la evolución de Corea. En poco más de 40 años han pasado de fabricar pelucas y pestañas postizas a fabricar unos automóviles con tecnología 100% suya, ser punteros en electrónica, y siguen cerrando contratos para fabricar barcos en sus astilleros.
Aquí en España en los últimos 40 años hemos pasado del «Manolo la Nuit» al «mujeres hombres y viceversa«, del Pegaso Z102 a… a nada porque no fabricamos automóviles propios, a pretender vender el mismo ferry que diseñamos hace 40 años a la misma naviera pero al triple de precio… en lo que más hemos avanzado es en las energías renovables. Supongo que, la lectura obligada del Quijote generación tras generación, ha logrado que llevemos lo de los molinos grabado en nuestro código genético.
Luego recuerdo la eterna charla para emprendedores: «hay que crear necesidades al cliente para que nos las compre«. En eso nos hemos especializado, en crearnos necesidades que luego nos cubren otros países que en lugar de buscar una necesidad nueva, ya se la encuentra creada.
Nosotros pensamos en un bolígrafo, y ellos nos lo fabrican con un lápiz.
Creo que, por desgracia, hemos llegado a la situación actual porque nos hemos educado para ello. Toca ser prácticos.
Álvaro Ruiz
Pablo
cameron diaz