Los europeos tendemos a ser un poco egocéntricos. No hay más que ver los mapamundi y los planisferios, siempre figura Europa en el centro. Me pregunto cómo calculan el centro de la superficie de una esfera…

Uno no llega a ser el mayor fabricante de automóviles del mundo de la noche a la mañana, y no iba a ser diferente para Toyota que, al contrario de lo que se piensa en estas latitudes, posee una larga tradición como compañía automovilista, remontándose su fundación a 1933.

A lo largo de estos 81 años, Toyota se ha forjado una imagen de calidad en todo el mundo, hasta el punto de que muchos fabricantes lo tienen como referencia y sus estrategias tienen como objetivo «alcanzar la calidad Toyota«. En mi opinión, el secreto de esta marca es que no se anda por los Cerros de Úbeda, van al grano, y de forma práctica. Una prueba de ello es que, por ejemplo, los camiones que fabricaban durante la segunda guerra mundial, los fabricaban con un solo faro central, más fácil de fabricar, más barato, más fácil de conseguir el stock necesario… y punto.

Prueba Toyota Celica 1.6 ST 1974 Ruben Fidalgo

La forma en que se integran los parachoques con las luces delanteras y traseras es muy elegante.

Lo que sí que tengo que reconocer de Toyota es que, pese a que no pretenden inventar la pólvora ni suelen arriesgar, pisan siempre terreno firme, y lo que hacen lo hacen a conciencia. Ese es el gran secreto de los japoneses, son gente meticulosa, y se nota en sus coches.

En la década de los 60 del siglo pasado las marcas japonesas iniciaron a tomarse muy en serio el exportar sus coches a otros países, y qué mejor mercado que el americano, el más grande del mundo en aquel momento. Toyota, al igual que el resto de compañías japonesas tenía que luchar contra dos importantes escollos: eran casi desconocidos fuera de Japón, y los EE.UU. aún mantenían vivo en el recuerdo el famoso ataque a Pearl Harbour.

Para salvar estos dos inconvenientes, los japoneses tuvieron dos excelentes ideas: la primera de ellas fue crear coches cuyo diseño recordase al de los americanos (aunque a escala, el acero es un bien escaso y preciado en las islas…). La segunda fue realizar los coches con una gran calidad.

Prueba Toyota Celica 1.6 ST 1974 Ruben Fidalgo

Las manillas de las cerraduras, además de bonitas, tienen un tacto y funcionamiento excelentes.

Toyota creó su propio departamento de calidad con estándares japoneses en 1970, justo el año en el que se presentó en el mercado la primera generación del Toyota Celica, un modelo coupé que pretendía ser la interpretación japonesa del Ford Mustang, esto es, carrocería de dos puertas de estilo deportivo pero sin radicalidades, un «pony car» nipón.

El Celica se convirtió en un modelo de gran éxito para la marca, contribuyendo de forma decisiva a la imagen de calidad, ya inseparable de Toyota, y manteniéndose en producción hasta el año 2006, tras 7 generaciones.

Que los japoneses acertaron con su política ha sido algo evidente con el paso del tiempo. Modelos como el Corolla o el Civic lograron ganarse algo más que un hueco en el mercado mundial, hasta el punto de que sus rivales empezaron a ver el peligro de forma tan real y tangible, que presionaron a las autoridades para imponer cupos de importación y frenar la invasión japonesa, incluso se llegó a divulgar el rumor de que los robustos coches nipones estaban hechos con acero radiactivo, procedente de chatarra de centrales y armas nucleares.

El Toyota Celica 1.6 ST 4564 DDG

Prueba Toyota Celica 1.6 ST 1974 Ruben Fidalgo

Este Toyota cuenta con un diseño muy al estilo Yankee.

Así hemos llegado al modelo de la prueba de hoy, un excelente ejemplar de 1973 con el acabado ST. Como dice su propietario, es una pena que no se trate de un GT, modelo que apareció en 1974 y que contaba con un motor de doble árbol de levas en cabeza y 107 CV. Ya sabemos cómo es de caprichoso el mundo de los clásicos, y el hecho de pertenecer a la serie ST o GT significa prácticamente triplicar su valor de mercado.

Personalmente siempre me ha atraído la carrocería de esta primera generación del Celica, llena de detalles de diseño y buenos acabados,y a la que sólo le encuentro un defecto estético: Las ruedas, demasiado pequeñas y muy hundidas en el paso de rueda al ser el eje claramente más estrecho que la carrocería.

Prueba Toyota Celica 1.6 ST 1974 Ruben Fidalgo

La caja de cambios de 5 marchas es una ventaja para viajar con sus 86 CV por las modernas autovías.

Nunca había tenido oportunidad de ver tan de cerca y poder tocar un ejemplar como éste, y para mí ha sido todo un descubrimiento el conocer detalles como los preciosos tiradores de las puertas, o que las ventanillas traseras se puedan descender y dejar una preciosa vista lateral sin pilar central, muy del gusto de los grandes coupés americanos, pero a diferencia de aquellos, el Celica tiene una moderna carrocería autoportante, sin chasis independiente, por lo que lograr rigidez con este tipo de construcción tiene su miga.

A España llegaron apenas un puñado de Celicas como éste, prácticamente todos a través de las Islas Canarias con sus ventajas sobre las importaciones, por lo que no me extraña que su matrícula no se corresponda con la edad del coche. Esta unidad concretamente, llegó a España cuando un emigrante francés se lo trajo con él hace unos 8 años y un familiar de su actual propietario se enamoró de él.

Prueba Toyota Celica 1.6 ST 1974 Ruben Fidalgo

Las falsas salidas de ventilación están muy bien construídas.

Antes de sentarme en él me entretengo contemplando los detalles de su carrocería, como las falsas salidas de ventilación sobre el capó delantero, realizadas con un gusto y una calidad notable, da gusto ver cómo ajustan y el excelente estado en el que se encuentran después de 40 años. Las luces traseras, la forma en la que los parachoques se ciñen a las esquinas del coche, cómo se integran las luces de posición delanteras en el extremo de los mismos… todo está muy bien rematado y demuestra que los diseñadores de Toyota pusieron mucho empeño en el desarrollo de este coupé cuya gestación se prolongó desde 1967 hasta 1970.

Esta unidad se encuentra en muy buen estado y como a mí me suelen gustar los coches, casi 100% original. Apenas las llantas (que me resultan muy familiares hasta que me confirman que en efecto se tratan de unas Stromberg procedentes de un Seat 124) y las pegatinas de Tag Heuer difieren del aspecto con el que este coche salió de fábrica en 1973.

Personalmente, aunque se diseñó con el Mustang como inspiración, me recuerda más a un Dodge Charger que al mítico caballo de Ford, especialmente el precioso frontal con 4 faros y los 3/4 traseros.

Prueba Toyota Celica 1.6 ST 1974 Ruben Fidalgo

El interior es muy confortable y está hecho con una gran calidad de materiales y ajustes.

Abro la puerta y me enamoro del tacto de las preciosas y prácticas manetas. Son finas y elegantes, pero cuando las accionas te das cuenta de que no fallarán aunque las uses un millón de veces. La puerta ajusta a la perfección y me encuentro con más detalles llamativos como las prácticas luces de advertencia en los paneles o la buena calidad del vinilo que los tapiza.

El diseño del interior es muy del gusto americano, especialmente la forma de los asientos y el volante de tres radios. La instrumentación es muy legible y también completa, con un reloj doble con manómetro de aceite y amperímetro.

Tanto las gomas, como la tapicería y los asientos están en un estado impecable y son los originales que se montaron en Japón hace 41 años. Cierro la puerta tras abrir el capó delantero y un sonoro «Clonk» confirma que el chasis está en un estado muy bueno y que las puertas ajustan a la perfección.

Bajo el capó delantero me encuentro con la personificación misma del espíritu japonés: un motor sencillo pero realizado de manera impecable. El cuatro cilindros de 1.600 cm3 no tiene nada del otro mundo, distribución por un árbol de levas único, alimentación por dos carburadores, encendido por platinos… pero está claro que los japoneses están orgullosos de su obra, porque se han esmerado en su presentación, con una preciosa tapa de balancines de aluminio, un filtro de aire de doble cartucho y todo muy ordenado y en su sitio. La potencia de esta mecánica es de 86 CV, que no están nada mal para la época.

Prueba Toyota Celica 1.6 ST 1974 Ruben Fidalgo

El motor de 86 CV es robusto y agradable incluso a la vista.

Por fin nos ponemos en marcha y me sorprende el silencio y la suavidad con la que se rueda en este coche. Todo ajusta perfectamente y no hay ni un solo grillo, crujido ni vibración extraña en el interior. Los asientos resultan muy cómodos y la visibilidad no es mala del todo, aunque lo alto que queda el salpicadero hace que parezca que vamos sentados más bajos de lo que en realidad estamos.

Los 86 CV son bastante percherones, nada de alardes velocísticos y la distribución monoárbol marca bastante su carácter, con una zona baja e intermedia llenas de par, mientras que por encima de las 4.000 rpm resulta más áspero y se nota claramente que no se encuentra cómodo. No pasa nada, para eso tenemos una caja de cambios de 5 marchas de buen accionamiento y que nos permitirá movernos a los máximos legales actuales sin que la mecánica sufra y con un nivel sonoro similar al de un coche moderno.

Una vez más son la dirección y los frenos los que más evidencian que estamos en un coche de hace casi medio siglo. La primera es muy desmultiplicada, lo que hace muy lentas y pesadas (carece de asistencia) las maniobras, y además da una falsa sensación de subvirador, ya que hay que girar bastante el volante para que el morro describa toda las curvas cerradas.

Prueba Toyota Celica 1.6 ST 1974 Ruben Fidalgo

Este Celica tiene un carácter más de tragamillas que de deportivo radical.

Los frenos, por su parte, cuentan con discos en las ruedas delanteras y tambores atrás. El tacto es bueno y no van mal de potencia gracias al servofreno, pero se quedan justos comparados con los eficaces sistemas modernos y el peso de este Celica, que si bien no es una tanqueta como los modelos actuales, sí se nota que para que todo ajuste tan bien después de 40 años han tenido que hacer un monocasco robusto… y pesado.

La carrocería balancea bastante, pero no desentona con el resto del coche. Todo en él, desde su tranquilo motor, sus cómodos asientos, incluso su silencioso habitáculo dejan claro que es un tragamillas más que un deportivo italiano. Con él tienes la sensación de poder cruzarte el mapa sin más preocupación que la de respostar. En ese sentido me parece un coche ideal para empezar en esto de los clásicos. Su mecánica es sencilla y cualquiera puede «meterse en faena» con él y su carácter es ideal para los rallys de regularidad, con un motor muy elástico y un interior muy cómodo en el que pasar horas de diversión sin que los riñones protesten.

Como de costumbre con los clásicos, la prueba me sabe a poco. Me encantaría poder llevarme este Toyota a mi garaje, pero no puede ser, su dueño también lo quiere y se lo va a llevar. No puedo más que agradecerle a Luis que me haya permitido probar un coche que no es fácil de encontrar en nuestro país, y menos en este estado, pero sobre todo, le agradezco que me haya dado la oportunidad de comprobar con mis 5 sentidos de donde le viene la fama a esta marca, y es que de verdad, lo que más me ha sorprendido de este coche es bien hecho que está, lo cual me deja también una pregunta en el aire: ¿Se cumplirá aquello de «Cría fama y échate a dormir«…

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Comentarios (3)

  1. Luis Gonzalez

    Responder

    Es una maravilla de coche,yo tengo la suerte de tener uno y tambien soy un enamorado de la marca auque empecé con los toyota supra MK3,un saludo.

    • Rubén Fidalgo

      Responder

      Enhorabuena por el coche que tienes, la verdad es que es un clásico muy interesante. Un saludo y gracias por seguirme y el comentario.

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