Con él empezó mi pasión por el automóvil. Recuerdo los viajes familiares sentado entre mis hermanas en una impecable banqueta de skai blanco. Mi padre tenía miedo de usar la calefacción con las ventanillas cerradas porque estos coches (al igual que los 911 aircooled) emplean los colectores de escape para calentar el aire de la calefacción, y cualquier fuga en el sistema de escape, introduce monóxido de carbono en el habitáculo y… a dormir. Como de niños somos frioleros, teníamos una manta de lana de cuadros rojos y verdes que tenía los cantos con un ribete plástico que odiaba porque me cortaba en el cuello.
A mí me encantaba aquel coche, en aquellos años pensaba que tenían vida, como Herbie, y su capó delantero con el filo cromado y sus faros redondos me parecían una cara sonriendo. Transmitía buen rollo.
Recuerdo pasar miedo por las curvas de Becerreá en la antigua N VI, atravesar el pequeño puente del río Cruzul, bajar Piedrafita con los Pegaso Comet cargados de pescado pegados al parachoques… los viajes a León eran interminables, 6 horas de viaje.
Luego llegábamos a León y mi padre lo lavaba a conciencia. Yo era bajito, así que me encargaba de dar lustre a los preciosos tapacubos cromados que él había personalizado rellenando el logo de VW en el color azul marino de su carrocería.
Mi padre se encargaba de su mantenimiento y yo… yo le sujetaba la portátil, le pasaba los destornilladores, y de paso aprendía un poco.
A mi prima y a mí nos encantaba que nos llevasen en el maletero trasero (delante también había un buen hueco para equipaje… ventajas del motor bóxer trasero) hasta la bodega a merendar…
Cuando cumplí los 8 años mi padre me enseñó a conducir, la verdad es que de una forma un poco rara, ya que lo primero que me enseñó fue a llevar una moto, una Iso, luego un coche automático (un VW 411) y finalmente, con unos 9 años, por fin se atrevió a enseñarme a llevar un coche con marchas… de modo que mi escuela ha sido este Volkswagen.
Los años no pasan en balde y el ambiente salino de La Coruña hizo mella en su carrocería. El óxido ocupaba zonas difíciles de reparar. En 1988 pasó a la reserva, lo encerramos en León en un clima más seco y un VW 1302 tomó el relevo en casa.
Durante años lo encendíamos de vez en cuando, el óxido no progresaba demasiado, el clima más seco de León favorecía, pero el salpicadero se agrietaba con los cambios de temperatura.
Un día en una cena de un rally de regularidad para clásicos, uno de los participantes me comentaba que un amigo suyo se había comprado uno similar y andaba buscando un donante. Le comenté que yo tenía uno, así que acordamos un precio y una noche de agosto un buen amigo me dejó su coche y su remolque y el VW volvió a tierras gallegas.
Yo tenía la espinita clavada de no haber restaurado aquel coche, también la de tener mi propio clásico, así que compré un Karmann para restaurarlo, pero no un karmann cualquiera… tenía que ser un tipo 34 para que tuviese el alma de nuestro VW y no la de un escarabajo.
Hace poco más de un año recibo un correo de un tipo preguntándome sobre un anuncio que había puesto en internet hacía casi 10 años sobre el coche. Le digo que lamentablemente ya no estaba en mi poder y le pregunté al que me lo compró si le podría interesar vender los restos que quedasen tras haber donado varios órganos a su coche.
Puestos en contacto ambos, el Volkswagen vuelve a cambiar de manos y esta vez viaja hasta Asturias.
Desde allí cada cierto tiempo recibo noticias sobre su proceso de restauración, y ahora sé que vuelve a rodar por carretera abierta. Toda una alegría para mí y para mi padre, que por diversos motivos no pudimos acometer la restauración de este automóvil, que para mí fue el primer contacto con un coche. Cuando yo nací, en 1976, llevaba 2 años prestando servicio en casa. Antes de él hubo un Simca Aronde al que no conocí.
Se trata de un Volkswagen 1600 L Variant de 1967. En su día era el VW tope de gama (a excepción del Karmann Typ34 que poseo ahora). La versión L (lujo) incorporaba reloj, cenicero, moquetas, tapacubos integrales en las llantas… que lo distinguían de sus hermanos sin la L.
Se cruzó en la vida de mi padre en 1972, estaba en la aduana de La Coruña y lo subastaban, ya que era un coche de importación con placas de un consulado, así que en su primera etapa fue un diplomático. No hubo suerte en la puja y acabó en manos de un compraventa muy conocido de Coruña,actualmente concesionario Mercedes: Louzao.
En 1974 mi padre entregó su Aronde como parte de pago y por fin se hizo con aquel precioso VW azul marino que estaba en un estado impecable.
En 1982 un VW 411 LE Automatic le sustituye y pasa a manos de mi madre.
En 1988 un VW 1302 toma el relevo y pasa a la reserva.
En 2005 se va a Vigo como donante para un amigo
En 2010 empieza una segunda oportunidad en Asturias que espero acabe con un final feliz y que espero que mi padre y yo podamos verlo en «carne y hueso» dentro de poco. Será un momento especial que nos traerá muchos recuerdos.
Gracias a su actual propietario por acometer un trabajo que visto su estado habría desanimado a cualquiera… incluído a mí, y eso que la nostalgia tiene un valor incalculable.
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